miércoles, 12 de marzo de 2008

LA INFLUENCIA, LOS VALORES Y LA ÉTICA

La ropa, los juegos, los programas de tele que elegimos, y hasta las actitudes que tenemos frente a distintas situaciones, están bajo algún tipo de INFLUENCIA SOCIAL Y para comprender este concepto debemos detenemos en la idea de norma social.

Una norma social es una forma de actuar, de pensar, y hasta de sentir, reconocida por todos y entendida como adecuada. Los integrantes de los distintos, grupos sociales establecen y comparten valores y reglas que regulan las formas apropiadas de conducta y las actitudes a tener frente a situaciones o temas que ese conjunto evalúa como importante.

Esto nos lleva a tematizar la noción de INFLUENCIA SOCIAL, ya que está íntimamente vinculada a los procesos de aceptación y resistencia respecto de las normas sociales, es decir, los comportamientos en virtud de las expectativas sociales.

Tomemos dos ejemplos: el mercado de la música y el hábito de pedir comprobantes. Así, si un amigo tuyo escucha un grupo que a vos te parece malo con volumen alto en un recreo ¿vos qué haces? ¿y si sólo a él le gusta esa música, pero todo el resto la detesta? Pensemos en el otro ejemplo: si vas a comprarte unas zapatillas, pagas y no te dan la factura ¿la pedís? ¿y si se la reclamas y te mira mal, qué haces? ¿y si la amiga que te acompaña te sugiere irte y no pelearte: qué haces?

¿Tus acciones son coherentes con tus valores? ¿Todo el tiempo? ¿Tomas decisiones del mismo modo si otros asumen tu punto de vista que si se oponen? ¿Cómo debiera ser? ¿Por qué?

Quizás una de las claves para todas estas preguntas está en los valores que cada uno ha incorporado, que está incorporando en la convivencia o que ha incorporado y resignificará.




LOS VALORES Y LA CONVIVENCIA

Los valores han sido desde hace tiempo objeto de reflexión y análisis. La Filosofía, el Derecho, la Psicología, entre varias disciplinas, se han dedicado a estudiar la relación entre los valores y los actos de las personas. El paradigma legitimado por las distintas disciplinas fue variando: se sostuvo que el valor es inseparable de la cosa, que el valor es relativo y depende de cada sujeto, que hay o que no hay valores universales.

Más allá de los distintos enfoques, es evidente que somos sujetos en el lenguaje: dudando o razonando sobre lo que nos sucede, dialogando, a veces nos preguntamos acerca del sentido de las cosas, y adquirimos la facultad de predecir y responsabilizarnos por los resultados de nuestras decisiones. Es que en definitiva, somos seres éticos, entendiendo por ética a la crítica de las morales posibles, a la preocupación por las consecuencias que tienen las acciones de uno sobre otro en el convivir social.

Siempre que explicitamos un valor o adherimos a él, generamos en los otros una ilusión de comportamiento futuro. Así, nuestro obrar, las decisiones que tomamos, suelen ser juzgadas en virtud de los efectos que guardan con el valor que habíamos enunciado. Por eso, las acciones que realizamos tienen que ser coherentes con los valores que decimos, y cuando ello no sucede, nuestra identidad y las relaciones que entablamos con los otros, se ven afectadas.

Pensemos en cualquier ejemplo en el que se dé una contradicción entre nuestro decir y nuestro hacer. Un docente es exigente con sus alumnos, pero devuelve los trabajos prácticos que pidió, tres semanas después de recibidos; un padre prohíbe fumar a su hija diciéndole que le va a hacer mal, pero él consume un paquete y medio perdía; un banco que se publicita por la excelencia de sus servicios, no atiende las consultas telefónicas en sucursales.

La evidencia nos condena: privilegiamos los valores que vivimos, antes que aquellos que enunciamos; adoptamos los valores que se ponen en juego en la interacción con otros, antes que aquellos que proclamamos. Y si los valores son patrones que guían la conducta, que aprendemos en la interacción con pos otros, siempre es importante bucear el fundamento de actos cotidianos, desenterrar los valores que generan algunas normas, que se esconden en ciertas costumbres-, en resumen, necesitamos detenernos en la convivencia de nuestro sistema social.


LO SOCIAL

La Biología sostiene que un sistema es social cuando las interacciones que los seres vivos realizan, les permiten conservar su organización y su adaptación. En otros términos, todo conjunto humano que no incorpora al otro, a la conservación de la vida del resto de sus miembros, biológicamente no es social. El cuidado de la diversidad, antes que la supervivencia del más apto, garantiza la existencia de un sistema.

Desde esta mirada es posible sostener que los humanos configuramos en nuestro convivir formas sociales y no sociales de convivencia. Cada vez que alguien actúa imponiendo verdades absolutas, negando el derecho a la diversidad, en grupos competitivos donde impera el "sálvese quien pueda”, en d uso «discriminado de recursos ambientales, en el incumplimiento consciente de las reglas, en todos estos casos, permitimos formas no sociales de convivencia.

Es cada vez más difícil revertir la desintegración social si al reconocernos en ella, no transitamos un espacio reflexivo. La reflexión ética que aparece ante una crisis de valores o la pérdida de seriado, posibilita una resignificación ética, permite algún cambio cultural.

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